Las arengas de un general sin galones ni charreteras

El hombre puede ser en el instante que lo veo Hitler o Mussolini;para ser más justos con él puede ser Julio César o San Martín o simón Bolivar arengando a suus tropas antes de empezar la batalla.
El hombre ha abusado del licor.Todavía en el envase de la botella de plástico de un litro queda algo de un líquido que pretende tener el color del café,pero no hay transparencia sino turbiedad;es un licor baratísimo,adulterado,tóxico,un veneno de efecto lento pero creo que desvastador.
El hombre debe tener algo de 40 pero su vida de bebedor de licor de mala muerte lo hace parecer viejo.
En el instante que lo veo,el hombre ya está en otro mundo en su mente.Con una voz de sargento de ejército dando ordenes a sus subordinados,el hombre le grita a la botella una y otra vez,sin parar.En ese instante la minúscula botella ha adquirido para él la ilusa dimensión de una muchedumbre,tal vez de un ejercito enorme.Sus gritos son muy altos casi como el sonido que salen de los inmensos parlantes de un concierto de rock.No logro descifrar lo que dice;sus palabras salen atropellandose,confusas; y él sigue gritando con una vehemencia suprema como si sus pulmones fueran órganos de consistencia y de funcionamiento invencibles.Yo me alejo y desde lejos sigo escuchando sus arengas,sus palabras demenciales en su voz amplificadísima.Pienso que este Hitler o Mussolini no le haría mal a nadie,y si fuera José de San Martín o Bolivar no hubiera batallas ganadas.El hombre es un Julio cesar abatido por la soledad que lo obliga a olvidar en vano su pasado,sus recuerdos llenos de ingratitud por un licor que lo va asesinando lentamente.